06 agosto, 2007

Solamente en Santiago

A veces caminábamos largo rato por el paseo Ahumada, llegábamos a la plaza de armas y nos deteníamos a mirar como jugaban ajedrez los jubilados. Chocábamos con las palomas que se nos enroscaban en las piernas

Después de clases corríamos a sacar algún libro a la biblioteca, siempre a última hora. Nos íbamos al parque forestal y tomados de la mano leíamos la tarde entera. No sentíamos el smog, ni los bocinazos de las micros, ni el apuro de la gente al caminar. Sólo en Santiago la vida es tan apacible, me decías tú. Sólo en Santiago, y sonreías espléndidamente .

Alcuino de York

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