21 julio, 2008

Promesas son Promesas, sobre todo cuando hablamos de Educación

Estos días he estado cuidando a mi sobrina de un mes. Nunca me han gustado los cabros chicos, por decirlo de una manera educada, pero con ella es diferente. Ella es un vestigio de mi mami, un pedacito que perdura integro reproduciendo miradas, sonrisas, gestos y olores, de una manera genéticamente perfecta.


Miraba sus rasgos impecables y ella me sostenía la mirada, sonriendo con esas muecas imprecisas de los recién nacidos. Dos días me demoré en que aprendiera a decir “agu”. No se a que edad es normal que las guaguas digan “agu”, palabra que parece tan nimia y superficial, pero que sin embargo esta tan llena de significado.

Mientras la miraba pensaba en que mis otros sobrinos aprendieron a leer y a nadar a los 2 años y medio. A los 5 manejaban a la perfección las cuatro operaciones matemáticas que yo apenas logré dominar en Enseñanza Media y podían mantener una conversación básica en ingles, al menos para pedir todo lo que quisieran en los Daty Free.

Nuevamente el recuerdo de mi madre asoma burlón, ella los crió hasta esa edad. Para hacerlos dormir les leía novelas de Edgar Allan Po, Tolstoi o Gardiel Poncela. Siempre me pregunté por qué no había hecho lo mismo con nosotras, que a esa misma edad andábamos sorbiéndonos los mocos, atrapando libélulas, domesticando sapos, llenas de mugre, comiendo cuanto bicho nos parecía apetitoso, en un campo que para nuestros cortos centímetros era el mundo en toda su extensión.

El asunto es que mientras pensaba en todo eso, esta cosa de 4 kilos me miraba y me decía “agu”. Entonces pensé: “Pequeña cosa, sobre mi cadáver tu entraras a una escuela. Aunque tenga que mover cielo, mar y tierra, tengo que lograr que las cosas cambien antes de que el sistema te llame de manera irreversible. Ninguna vieja culia te dirá que te calles, que no te pares, que no pienses ni que no te pongas plumas en las orejas si tienes ganas, ninguna vieja culia atentará contra el desarrollo de toda esa inteligencia que sale por esos ojitos de almendra”

No se cómo cumpliré la promesa, pero su “agu” categórico fue la respuesta a este pacto secreto que hemos sellado entre las dos.

17 julio, 2008

Se viene el estallido



¿Qué pasó entre María Música Sepúlveda y la Ministra de Educación, Mónica Jiménez de la Jara? Ocurre lo que pasa cuando tanto va el cántaro al agua: se rompe.
Si repetidamente la actitud es escudarse tras un cargo, tras un ministerio, tras las canas, tras la fuerza, tras lo que ustedes entiendan por el ejercicio del poder sobre otros, los excesos reiterados pueden pasar la cuenta. Y asumir que los menores de edad no tienen derechos civiles, por lo tanto, ellos "juegan" a manifestarse por una educación mejor, ellos "carretean" cuando salen en masa a decir basta, que ellos "no saben lo que quieren y lo que dicen" es no escuchar al otro, no validarlo en su calidad humana ni civil. Esa actitud proviene de - dizque - pedagogos y educadores que ahora tiritan pensando en todos los chicos que han humillado sostenidamente o en los alumnos que han apretado en silencio los puños aguantándose diversas formas de abuso decidirán no aguantar más, respondiendo con lo que tengan a mano. Me alegro, a ver si de una vez abandonan el púlpito y comienzan a interesarse en algo más que en representar su propia versión del monito mayor. Comprendan que ya nadie quiere seguirlos con esa actitud.


No nos confundamos. No cuestiono el reproche de quienes observan que sus paraderos se encuentran destrozados después de una manifestación estudiantil, por ejemplo. Sé que no todo el grupo de manifestantes se encuentra igualmente informados, comprometidos o motivados por ser más en esta sociedad. Pero me niego a condenar el origen y los objetivos de este movimiento de ninguna manera. Sólo poniendo atención al fin último coincidiremos en que es legítimo. También concordaremos en que es una lástima que menores de edad tengan que salir a las calles a gritar y patalear por algo que quizás a sus padres y sus profesores - de esos que hacen clases, no los del Colegio de Profesores, evidentemente - les corresponde. Y que crucificar a una chica de 14 años por volcar una jarra con agua ante tanto estrellarse contra el conducto regular, es no querer ver el fondo del asunto.

El baño con agua helada que María Música propinó a Mónica Jiménez - poética imagen, por lo demás - escapa a una acción de protesta regular, principalmente, porque vemos un paralelo entre el cuestionamiento a la autoridad y su cara más temida: la respuesta de alguien que sólo recibe un día tras otro un horrible "porque no". Es decir, no sólo no ofrecen argumento, sino que tampoco permiten que "el otro" se exprese.
¿Quién teme que estos arranques se repiten siguiendo el "modelo" de María Música? Profesores, sin duda, que no saben cómo controlar a un curso y los someten a anotaciones, ironías, palabras descalificadoras, acoso psicológico utilizando el poder que tienen sobre ellos. ¿Suena conocido? Sí, porque si los docentes que ejercen desde esa miseria humana pudieran funcionar como Ministros sobre un universo mayor, digamos todo el sistema educacional chileno, harían lo mismo que las autoridades de la cartera de Educación: echarían mano a las Fuerzas Especiales, los carros lanzaaguas, la represión y detención de menores, el cierre al diálogo en reiteradas ocasiones, la desatención hacia los problemas de los estudiantes. Porque no existe en una perspectiva fascista la posibilidad de cambio, a menos que sea propuesto por la persona que ostenta el poder. Y, sin duda, se despacharía desafortunadas declaraciones como estas perlas de sabiduría, que hoy pronunció la Ministra de Educación de Chile, Mónica Jiménez de la Jara, en Terra al ser informada que QUIZÁS María Música se ha manifestado desde hace 3 años:
"Yo le preguntaría qué pasó antes de la violencia. Qué pasó; porqué anda en la calle desde los 11 años; porqué ella se ha convertido en una activista desde los 11 años. ¿Es eso lo que esperamos de un niño de 11 años, que ande reclamando como decían ellos, hoy por las ballenas, mañana por la Ley General, pasado mañana por la causa mapuche."
Cuidado, señora Ministra. Las cosas han cambiado y ya no basta someter a personas en base a castigos y amenazas, ningunear sus causas o aplicar condescendencia como si se estuviera hablando de animalitos sin dueño. Mucho cuidado, porque aunque eso puede funcionar como tranquilizante en los círculos políticos convencionales en los que usted se mueve, eso también es violencia y el elástico de tanto estirarlo, se puede romper.
Para ver el episodio del agua entre aquí

12 julio, 2008

21 Gramos

Hoy día alguien me decía que el alma son unas hormonas que se evaporan cuando uno se muere, de ahí la baja de peso: 21 gramos. Mi padre se mataría de la risa, “¡que tontera, el alma no existe!”, diría categórico con esa postura absoluta que toma cuando se trata de cuestionar sus universales.

Cuando mi madre se murió y sonrió al hacerlo, como si más allá de su mirada estuviera viendo algo familiar, nosotros pensamos: "son sus muertos que vienen a buscarla". Mi padre, tan oportuno como siempre, nos terminó de aclarar: "¡Tonteras!, son reflejos de aquellos órganos que siguen irrigando sangre por algunos segundos, luego de que el corazón se para".

No sé cómo se las arregló mi mami para que nuestro padre se aguantara hasta los 10 años sin contarnos que el viejo pascuero no existía, ni el ángel de la guarda, ni la dulce compañía y que es más, había que desconfiar de cualquier tipo medio travestido que quisiera ampararnos sobre todo si era de noche. Y años más tarde nos soltó lo que tenía atragantado desde que fuimos naciendo: Dios no existe. Pero ya era demasiado tarde, mi mami, con todos sus años menos de escolaridad, resultó mejor oradora que el más capo de los sofistas. Creo que esa ha sido la peor derrota de mi padre: de sus ocho hijos ninguno salió ateo ni comunista.

Creo que tiene que haber un sentido. Un sentido para que te toque una familia y no otra, una razón para que la gente que siga siendo cotidiana en tu vida sea esa y no otra. Mi padre, el rey de los escépticos, dice que cuando yo comencé a hablar lo hacía en ingles (balbuceando claro está) y que le hablaba de lugares en los cuales era obvio nunca podría haber estado. Trataba de atribuirlo a la vez que me caí de los brazos de mi mami, casi recién nacida, y me saqué la chucha en el suelo de una micro. Pero ni el mismo quedaba totalmente convencido.

¿De dónde somos? ¿Hacia dónde nos dirigimos? La verdad no me importan tanto estos extremos, sino las preguntas que me acechan relativas al trozo que queda al medio, para las cuales muchas veces tampoco tengo respuestas... la mayoría de las veces.

10 julio, 2008

El sentido de las cosas

Estaba leyendo a Víctor Frankl. En muchas cosas concuerdo: sin un sentido todo propósito caduca, ¿Por qué con la vida iba a ser diferente? También entiendo que su diferencia con Sartre entre “buscar un sentido” y “descubrir el sentido” en cuanto a nuestras vidas se refiere, radica en que el primero es ateo y el segundo creyente. Para mí es solo una diferencia verbal. Aunque creo que para el creyente es más fácil pero menos profundo el camino, en cambio para el ateo, cada paso dado es una lucha librada consigo mismo, puesto que es mucho más fácil claudicar y darse por vencido sin ninguna promesa de ayuda externa.

Difícil e injusto homologar su experiencia vivida durante la Alemania Nazi, a cualquier otra, pero si aplicamos su tesis siquiátrica a nuestra cotidianidad, me hace sentido. A veces escogemos el camino más fácil, y sabiendo que es preciso cuidar los límites del poder que nos otorga el hecho de ser docentes, lo aplicamos sin ningún tipo de precaución ante los daños colaterales. Me sucede cuando estoy cansada, no del hecho de hacer clases, sino de tener que convivir con estructuras estresantes ante las cuales estamos en permanente oposición.

Hoy una gendarme de mi Liceo en tono de talla trató a una niña de tonta, delante de sus compañeras. La situación era de jolgorio y todas se rieron. La niña se indignó y le grito a la Sra. que qué se creía ella para tratarla así. Todos nos sorprendimos. La aludida en cuestión contestó que no le viniera a faltar el respeto; yo reafirmé a la Sra. con una amenaza y una anotación negativa para la alumna.

Sabía que era injusto, que la Sra. había usado su poder sobre la niña y que con justa razón ésta había reaccionado, pero tampoco estaba de acuerdo con que gritándole a la Sra. fuera a hacerle a entender cómo se estaba sintiendo. Ante una agresión estaba respondiendo con otra.

Mi reacción fue la peor de todas, la más cómoda, la más sin sentido. Diplomáticamente eché a la Sra. de la sala y le puse una anotación a la niña, ante lo cual esta inquirió… pero ¿por qué?. Mi respuesta fue: porque sí.

No quería detenerme en explicarle a ambas que opinaba de la situación; con gusto las habría mandado a las dos a la chucha por andar peleando por weas, pero claramente mi reacción fue sin sentido o desde una óptica de la pérdida del sentido: fui lo que toda mi vida he criticado en los demás profesores. ¿Tendrá esto alguna homologación con la pérdida de sentido y la alienación que plantea Frankl en su sicoterapia?.

Mi amiga P me dice que lo que más le aterra de esto de ser profe, es un día no reconocerse y haberse convertido en una vieja culia, que ha dejado de disfrutar y admirar lo que hace, para transformarse en un vil ser que cree que la enseñanza consiste en andar con un látigo, tratando de que las cabras no se escapen pal monte

Pero estoy banalizando en demasía pensamientos que fueron formulados de manera tan extraordinaria. Aunque ya hayan pasado más de 11 años de su muerte y muchos más desde que inventó la Logoterapia, sus palabras están más vigentes y suenan más hermosas que nunca

Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros.

Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en vez de ello, pensar en nosotros como en seres a quienes la vida les inquiriera continua e incesantemente. Nuestra contestación tiene que estar hecha no de palabras ni tampoco de meditación, sino de una conducta y una actuación rectas.

En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo.

Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino.

Victor Frankl


05 julio, 2008

Ghandi, hablando de educación...

"No me sentía inclinado a enviarlos a la Indía, porque estimaba que los niños deben estar junto a sus padres. La educación que las criaturas absorben en un hogar normal, es imposible lograrla en cualquier otra parte, lejos de la familia. Por consiguiente, los mantuve a mi lado...."

"En cuanto a mis tres hijos, debo decir que jamás fueron a ninguna escuela pública, con excepción de la que yo improvisé en Sudáfrica para los hijos de los satyagrahis...."

"Si yo hubiera insistido para que se educaran en cualquier escuela pública, se habrían visto privados de la enseñanza que solamente proporciona la experiencia o el contacto constante con los padres. Yo jamás me hubiera librado de mi ansiedad respecto a su formación, y la educación artificiosa que habrían adquirido en Sudáfrica o en Inglaterra, les hubiera impedido comprender la sencillez y el espíritu servicial que hoy poseen...."

"Hoy conozco a muchos jóvenes de la misma edad que mis hijos, que han recibido educación académica. Y no creo que ninguno de ellos sea mejor que mis hijos, ni tampoco que éstos tengan mucho que aprender de aquellos..."

"Yo estoy satisfecho de haber proporcionado a mis hijos una educación que otros niños no pueden recibir, pues de haberles encarrilado por la vía académica les hubiera privado de la enseñanza objetiva sobre la libertad y del propio respeto que hoy poseen. Cuando hay que elegir entre la libertad y la instrucción, ¿quién es capaz de afirmar que lo primero no debe ser preferido mil veces a lo segundo?..."

"Los jóvenes a quienes visité, en 1920, en aquellas ciudades de la esclavitud- sus escuelas y colegios-, y a quienes aconsejé que era preferible ser analfabetos y picar piedra en bien de la libertad, que soportar las cadenas de la esclavitud a cambio de una educación literaria..."

"Con frecuencia me han planteado los amigos algunas interrogantes difíciles de definir. ¿Qué daño les hubiera hecho a mis hijos el recibir una educación académica? ¿Qué derechos tenía yo para cortarles las alas? ¿Por qué me tenía que interponer en su camino impidiendo que se graduasen y eligiesen la carrera que quisieran?...."

02 julio, 2008

Jean Paul Sartre

"El hombre nace libre, responsable y sin excusas"