19 agosto, 2007

Me importa un pito...


Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de sorportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!



¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo! Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.




Oliverio Girondo

06 agosto, 2007

Solamente en Santiago

A veces caminábamos largo rato por el paseo Ahumada, llegábamos a la plaza de armas y nos deteníamos a mirar como jugaban ajedrez los jubilados. Chocábamos con las palomas que se nos enroscaban en las piernas

Después de clases corríamos a sacar algún libro a la biblioteca, siempre a última hora. Nos íbamos al parque forestal y tomados de la mano leíamos la tarde entera. No sentíamos el smog, ni los bocinazos de las micros, ni el apuro de la gente al caminar. Sólo en Santiago la vida es tan apacible, me decías tú. Sólo en Santiago, y sonreías espléndidamente .

Alcuino de York