14 octubre, 2008

SIMCE

1. ¿Por qué se usa el mismo instrumento para evaluar a todos los alumnos y alumnas del país, sin considerar que algunas escuelas tienen alumnos con problemas de aprendizaje y a los cuales se les aplica una evaluación diferenciada?


R: Por un principio de equidad. Todos los alumnos deben lograr los objetivos del currículo nacional. La prueba SIMCE es una evaluación estandarizada, es decir, igual para todos los estudiantes, a nivel nacional. Mientras que la evaluación diferenciada es una modalidad especial de evaluación para ciertos niños, a nivel de aula. El país necesita saber el nivel alcanzado por todos sus alumnos sin hacer diferencias en cuanto a sus logros de aprendizaje, ni a su grupo socioeconómico. ¿Se imaginan pruebas para niños de distinto grupo socioeconómico? O bien, ¿pruebas para niños con altos niveles de logros y otras para niños de bajo rendimiento? Esto va contra la equidad, porque significaría discriminar, esperar menos de algunos niños. Lo que se quiere es calidad e igualdad para todos, es por esto que se usa un mismo instrumento.

07 octubre, 2008

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Debería estar estudiando. Pero hay tantos que "debería" que no he cumplido…


En eso estaba cuando se me cruzó en la lectura lo siguiente:
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“Otra gran necesidad. Sabemos que el aprendizaje nemónico y verbalista ha hecho ya su época y ha cedido su sitio a la enseñanza racional; sabemos que ya no se concibe la escuela pasiva, con bancos para oír; que la escuela de hoy es activa, con aparatos para obrar; sabemos que el arte de la enseñanza no consiste hoy en dar o negar estimulantes a fin de que se produzcan las desfavorables consecuencias; sabemos también, por consiguiente, que lo que modifica al sujeto de la educación, o sea, lo que lo educa, son la realidad, sus propias reacciones (…) De modo, pues, que ya no educamos sino indirectamente; el niño se educa a sí mismo”

Si no hubiese estado leyendo “Seis Episodios de la Educación Chilena 1920-1965”, de Zemelman y Jara, pensaría que se trata del último discurso de ministerial. De hecho, es un discurso ministerial, pero de 1913; Darío Salas, ministro de Educación, en “Nuestra Educación y sus falencias”

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