23 julio, 2011

El talón de Aquiles en Educación

Estoy haciendo un Diplomado en la Católica sobre medición de los aprendizajes en educación. Otro mundo. Lo que se está pensando y haciendo fuera de Chile en materia de estimulación de los niños y de cómo es posible que el colegio potencie las habilidades que traemos al nacer, son extraordinarias. Estoy en shock. Nosotros ni siquiera estamos en la prehistoria, pero lo más increíble es que todas estas nuevas tendencias ya han sido incorporadas en la legislación chilena a través de las leyes que se pusieron en marcha con la reforma educativa de fines de los 90 y los ajustes que se deberían estar implementando desde el año pasado ¿Cuál es el problema? ¿Por qué la teoría no logra ponerse en práctica a pesar de los miles de pesos que se han invertido en capacitar a los profesores de Chile? La respuesta es de perogrullo.
Un botón de muestra. Existe una ley que permite que los colegios puedan optar por ser colegios de integración si atienden a niños con discapacidad física (sordera, invalidez, ceguera, etc.) o discapacidad intelectual permanente o transitoria (problemas de aprendizaje, trastornos del lenguaje, déficit atencional, etc.); si los colegios optan por llevar a cabo programas de integración, reciben más subvención por cada uno de estos niños (más fondos de los que reciben por un niño "normal"). Esta plata está destinada a que esos colegios contraten de forma permanente psicólogos, sicopedagogos, educadoras diferenciales, etc. Sin embargo, los colegios que atienden a estos niños, que en general son los más pobres, no hacen proyectos de integración porque se tiene la creencia de que al ser colegios de integración, las salas de clases se les llenarán de niñitos "con problemas" por lo tanto, estos niños son recibidos pero no declarados, y la consecuencia es que no son atendidos como corresponde pudiendo optar a platas que lo permitirían. Y lo más triste de todo es que incluso la ley pone un límite de niños que puedes tener con discapacidad de cualquier tipo (6 por sala), por lo tanto, no se les puede "llenar" de “niños con problemas”.
Se aduce también que estos "niñitos con problema” bajan el SIMCE, pero tampoco saben que ellos rinden la prueba pero que si el colegio ha informado de estos casos (tiene proyecto de integración), sus puntajes no son contabilizados (si la discapacidad tiene efectos cognitivos). La ley debería conocerse en todos los colegios, pero dudo que se hayan dado ni siquiera la molestia de leerla.
¿Qué pasará si los cabros consiguen las demandas que quieren y la educación pasa a ser pública y gratuita? NADA, no pasará NADA porque el problema de fondo acá son los profesores. Eso es lo que hay que arreglar, la formación docente. No digo que no sea un avance una educación pública gratuita, al contrario, pero la calidad no se logra con el sólo hecho de inyectarle fondos a las escuelas más pobres. Soy una convencida de que quienes más contribuimos a la segmentación, a la nula movilidad social y a la rigidización de las clases sociales, somos los profesores. Hablo de forma genérica, obviamente hay casos y casos.
Otra muestra. Casi me desayuné cuando me explicaron que la legislación chilena no te exige poner notas, solo te pide una nota anual para certificar el nivel de logro alcanzado por un alumno (otra cosa es que los colegios se cazen con sus propios reglamentos de evaluación). La idea de esto es que los niños en el colegio sean evaluados permanentemente (no calificados. Evaluar es ver como están y calificar es asignar una nota a eso). O sea, la evaluación debe ser un indicador, para el profesor y para el alumno, que le muestra cuán lejos o cuan cerca esta ese alumno de alcanzar los estándares de logro establecidos para tal o cual nivel. Por ejemplo, todos los niños que alcancen los niveles de logro establecidos para 8vo básico en lectura deberían tener un 7, porque no hay un "lo logro más", o un "lo logro menos". Se logra o no se logra, y el profesor tiene todo un año para monitorear los avances de ese niño y tomar remediales si observa que no está caminando al ritmo suficiente para lograr el nivel exigido para pasar de curso. Para que quede más claro, un indicador de logro para 4to básico en lectura sería "Lee fluidamente…", lo haces o no lo haces; así de simple. Y es el profesor el encargado de que los niños que tiene a su cargo, lo logren.
Sin embargo, los docentes ocupamos la evaluación de forma punitiva, casi como un castigo por no aprender. La típica estupidez acerca de que el profesor que ponga más rojos es más exigente. Si realmente ocupáramos la evaluación como debe ser ocupada, como una forma de ver los avances de nuestros alumnos hacia una meta especifica de logro, deberíamos darnos de cabezazos en la pared si nuestras mediciones arrojaran puros resultados negativos, pero que esto ocurra y que no tomemos remediales o que pensemos que las causas se deben a variables alejadas abismalmente de nuestra propia responsabilidad docente, es francamente surrealista.
Nadie niega que hacer clases en contextos vulnerables no sea más difícil, ni más duro, ni más estresante, lo que cuestiono es la mentalidad generalizada de los profesores que los lleva a creer que en estos contextos es difícil que los niños lleguen más allá “porque no les da para más”. El contexto social influye, pero no es determinante; en cambio, un profesor sí puede ser determinante en la vida de un alumno.
Lo más terrible es que todo esto está pasando aquí y ahora, pero como en una dimensión desconocida. Los niveles de logro se han establecido para toda la enseñanza básica en lenguaje y matemáticas, y se está trabajando actualmente en la construcción de los niveles de logro de otros sectores y en los de Enseñanza Media. La mentalidad que subyace a todo esto es que la evaluación debe ser una valoración con respecto a lo que a un niño le falta o no para lograr los niveles de desarrollo intelectual que se han establecido para su edad, y estos niveles de logro no pueden ser diferentes según el sector social al cual pertenezca el niño, pensar una cosa así es más inmoral e indecente que creer que se puede lucrar con la educación. Sin embargo, me pregunto cuántos profesores saben que estos niveles de logro existen o si los aplican para monitorear, con respecto a ellos, los avances de sus alumnos.
Otra cosa es el desarrollo de la metacognición. Los alumnos deberían conocer los indicadores de evaluación para cada uno de los contenidos y habilidades que hayamos planificado que ellos desarrollen y aprendan, específicamente, clase a clase. Deberían tener el panorama absolutamente claro. ¿Cómo sé que estoy analizando? ¿Me acerco o me alejo del logro de esa habilidad? Nadie mejor que el profesor puede entregarle a un alumno las pautas para medir su propio aprendizaje. Sin embargo, los profesores no sabemos cómo construir indicadores. Esto no es nuestra culpa, la educación de posgrado de calidad en Chile es para una elite. Averiguarlo a mí me costó poco menos de un millón de pesos. El asunto es ¿qué pasa si esta información se trata de bajar a los docentes que imparten clases en los colegios municipales? La comprensión de la forma y el fondo de la cuestión se diluirían en la eterna queja del escaso tiempo, la cantidad de alumnos, y las capacidades intelectuales de nuestros alumnos.
No pretendo renegar de mis propias limitaciones. Indudablemente los profesores en nuestro país no requerimos del tiempo fuera de aula necesario para planificar una enseñanza de calidad, nuestros sueldos no son los que se condicen con la responsabilidad que se nos asigna, pretender llevar a cabo una enseñanza personalizada con 45 alumnos en sala es una joda para Tinelli, mientras más vulnerables los contextos, menos herramientas para aspirar a logros significativos… Pero nadie ha demostrado que sea imposible, es más, cada cierto tiempo aparecen escuelas que demuestran lo contrario… ¿quién marca la diferencia en esas escuelas? La respuesta es de perogrullo.

07 mayo, 2011

Historia y subjetividad



Me siento como invadiendo un espacio ajeno. Sin embargo, por alguna razón me es permitido escribir entradas, por lo que aprovecharé la ocasión.

Conversaba hace unos días con un compañero y un profesor acerca de la necesidad de un marco teórico coherente, que no consistiera en la mera aplicación de un modelo de análisis a una realidad específica, sino que diera cuenta de los conceptos y el lugar de enunciación particulares del investigador. No podemos escapar de nuestra responsabilidad de decir desde dónde nos situamos, bajo qué lentes revisamos los documentos, cómo los criticamos, cómo nos definimos. La pretensión de una historia objetivista ya presume un absurdo. ¿Puede el historiador salirse de su cuerpo al momento de escribir? ¿Salirse de su cultura, de sus gestos, de sus mañas? ¿Cómo negar nuestras subjetividades al momento de escribir la Historia? Creo que la práctica historiográfica en general -con claras e importantísimas excepciones- se ha cargado con el vicio de no definirse a sí misma, antes de definir la realidad de la que quiere dar cuenta.

Hace algún tiempo, con otro profesor, y en un ámbito completamente distinto, surgió la discusión acerca de por qué un niño debería aprender historia. A pesar de que no pretendo hacer clases en colegio en un futuro próximo, aunque tal vez eventualmente sí, la pregunta me parece sumamente interesante si me planteo como educadora, pero en el sentido de mi propia práctica historiográfica. Más allá de la educación de ciertos procesos cognoscitivos específicos que puede significar la enseñanza de historia, como capacidades de análisis social y cultural, la educación en historia debe tener un carácter desnaturalizador. La enseñanza en historia debe dar cuenta de la complejidad de las construcciones humanas, así como también de su fragilidad. El profesor debe ser el demoledor de edificios, que rompe las categorías y las desmenuza, para su detallada comprensión. Es un esfuerzo sumamente fundamental: nos ahorraría esta terrible ideologización nacionalista que heredamos de la dictadura, y otras formas de arbitrariedades e intolerancias muy presentes en la sociedad actual.

En el momento en que el historiador/profesor traza la historia, debe estar dando cuenta de las subjetividades del otro, y las subjetividades de sí. Dibujar la realidad histórica como un cuadro de colores propios, significantes, complejos, teñidos de la convicción de sus saberes, sus historias, sus experiencias; colores que siempre provienen -inevitablemente- de la paleta del investigador mismo, de los colores de la contemporaneidad.. Así, la realidad histórica no es una imagen fija, ni fría, ni inocente, sino que es el resultado de nuestra comunicación con los muertos. Y como todo diálogo, la conversación que tenemos con el pasado a través de nuestro relato es una tarea de dificultosa traducción. Los historiadores somos unos intérpretes: traducimos los ecos del pasado a un lenguaje propio, comprensible, como quien conoce otro idioma.

Sólo creo que en este esfuerzo de traducción, se hace imperativo mostrar nuestros diccionarios: desde dónde hablamos, y cómo interpretamos lo que vemos. Es un esfuerzo sumamente crítico, sobretodo de uno mismo. El historiador/profesor está cargado de prejuicios, de naturalidades, de obviedades, de arbitrariedades, ¡cómo no vamos a guiarnos según nuestro marco cultural! ¡El investigador también está inmerso en una lógica propia, en un mundo propio! ¿Podemos abstraernos a nosotros mismos de la Historia, si somos nosotros quienes la escribimos?

Así, ya que es inevitable integrarnos como enunciadores, debemos imperiosamente definir cuál es exactamente nuestro lugar y perspectiva, y asumir así, nuestras subjetividades a la hora de establecer el análisis.

Una historia así de honesta sólo puede servir a un propósito: desnaturalizar las construcciones humanas, dotando a la humanidad de la capacidad de modificar la realidad a su arbitrio, y no permitirse ser dominado ni coaccionado por estructuras rígidas predeterminadas. El problema es que nuestra educación impuso la noción de "verdad" en el ejercicio histórico, cuando en realidad deberíamos hablar de las múltiples verdades posibles, infinitas, y todas igualmente coherentes, y por tanto, "reales".

Parafraseando a Salazar, el problema es que la historia ES, mientras que debería ESTAR SIENDO. Y en la medida que podemos, a través de la historia, demostrar que la vida humana es infinitamente subjetiva, vamos a estar otorgando herramientas para que las personas (me refuso a definir a la humanidad como el Hombre) puedan hacer de sí y de su sociedad lo que sea de su voluntad. Olvidémonos de la verdad, de lo "natural", de lo obvio. El mundo puede ser lo que queramos hacer de él.

Y esperemos hacer uno más equitativo, y sobretodo, más libre.



29 marzo, 2011

Carta enviada por el Padre Gerard Ouisse, en el nombre de la comunidad cristiana San Cayetano de La Legua, al Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter

23 de Marzo de 2011
Sr Rodrigo Hinzpeter
Ministro del Interior
PRESENTE
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Estimado Señor:
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Somos miembros de la comunidad cristiana de San Cayetano. Durante la asamblea de la comunidad cristiana hemos tomado la decisión de enfrentar la situación actual de La legua para llegar a la Paz. Vivimos cada día un ambiente de violencia intolerable. Si esta situación es algo conocido desde hace años ponemos en su conocimiento que en los últimos 15 días han muerto tres personas más y han sido heridas otras tantas. ¿Cuántas personas más considera que sería necesario que murieran para que ello provocara la reacción de las autoridades competentes?
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Cotidianamente tenemos que vivir en un contexto de miedo, nadie camina por nuestras calles, la costumbre es recorrerlas corriendo para evitar verse atrapado por el fuego cruzado. En las escuelas los padres retiran a sus hijos a las 13 hrs en la certeza de que las balaceras comenzarán a las 14 hrs. Muchos niños han dejado de asistir a clases, dato que usted puede verificar con las autoridades de la Escuela 480 y de los Colegios Laura Vicuña y Obispo Manuel Vicuña. Los vecinos experimentamos la impotencia de vernos obligados a vivir escondidos en nuestras casas mientras los narcotraficantes son dueños de la calle y caminan por ella libremente con armas en la mano. Es una costumbre de este lugar el que los padres llamen desde el trabajo a los hijos para saber si pueden entrar en la población o deben esperar que pase la balacera de turno. Este miedo colectivo está destruyendo el tejido de las organizaciones sociales y comunitarias, logrado tras décadas de lucha y sacrificio.
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Mientras esto ocurre, se ha instalado un hábito de silencio de las autoridades de todo tipo y este silencio provoca un sentimiento de abandono e impotencia frente a tanta violencia. Nos preguntamos quién encara a los narcotraficantes y traficantes de armas que viven fuera de la Legua, muchos de ellos en barrios elegantes o en parcelas y que pagan altas sumas a los soldados que siembran el terror también en muchas otras poblaciones. A menudo dichos soldados tienen un poder de fuego muy superior al de las fuerzas de orden y las usan sin piedad contra niños, mujeres, ancianos, trabajadores, creyéndose dueños del mundo.
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Usted sabe que La Legua está llena de gente honrada, trabajadores honestos, estigmatizados sistemáticamente por los medios de comunicación social. Muchos de nosotros, en la vida cotidiana, vivimos como prisioneros de la dictadura instaurada por el narco. En la práctica en nuestras calles no rige el estado de derecho ni son respetadas las más elementales garantías constitucionales, que, tanto su administración como las precedentes prometieron defender.
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Como pobladores creemos que merecemos el derecho a la protección tanto o más que la que se suele dar cuando alguna autoridad viene a inaugurar alguna dependencia, siempre con gran despliegue mediático y policial. Queremos la dignidad de cualquier chileno en las oportunidades de acceso a la educación, salud, vivienda y trabajo digno pero en esta carta le pedimos algo mucho más elemental: que las armas salgan de nuestros barrios. Es un deber de la autoridad hacer cumplir la ley en este sentido, pues son las fuerzas de orden, y no el narcotráfico, el que tiene, según la ley, el monopolio del uso de las armas. Nos preguntamos: ¿de dónde provienen las armas y municiones?
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Usted sabe que el narcotráfico es un síntoma de una herida social. Probablemente son muchas las deudas pendientes en educación, salud, trabajo y oportunidades que están a la base de esta situación. Pero en lo inmediato se hace imposible atender al pago de esas deudas si es que en nuestras calles no rige la paz de un estado de derecho.
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No nos resignamos a seguir viviendo así porque la Legua es tierra de lucha y dignidad. Desde nuestra fe en Jesucristo no claudicaremos en la defensa de la vida que se nos ha confiado.
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Atentamente,
En el nombre de la comunidad cristiana San Cayetano de La Legua
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Padre Gerard Ouisse
Párroco de la Parroquia San Cayetano
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Fuente: Chilevisión