01 noviembre, 2009

Que se entienda bien: nadie esta por sobre la Ley

Me parece que hay ciertos temas sobre los cuales es difícil escribir porque me parecen medio chulos y la idea de este espacio es para reflexionar acerca de la educación y otros testimonios. Muchos podrían indignarse al saber que me estoy refiriendo al caso de la familia guardadora, pero todo lo que ha rodeado el caso me parece rasca, calificable de una palabra que no me gusta y que de hecho, esta es la primera vez que uso: farandulero.


Sin embargo, hay ciertas cosas que me indignan. Empezando por el hecho de tener la necesidad de escribir esto.

¿Hasta cuando nos comportamos como si estuviéramos inaugurando el siglo XIX? Veo como se alega en la defensa de la Ley, y se señala con el dedo a estas malas personas que se saltaron la fila y prácticamente se robaron a un bebe, que de la noche a la mañana todos quieren. Si lo único que falta es que aparezca la mamá biológica y reclame al bebe que dio en adopción.

El sistema público otra vez. El famoso SENAME y la Sociedad Chilena de la Adopción. ¿Por qué, habiendo tantos postulantes a papás, en ocho meses no se encontró a ninguno? Sin embargo, a días de destaparse el caso, ya han aparecido dos familias. Es como si quisieran restregarles en la cara a los papas de Matilde su falta y dejarles bien claro que, aunque tengan que tirar la guagua al Mapocho, de ellos no será, como si estuviéramos hablando de un capricho, de una pataleta o de una pelea de cabros chicos. Así educan las instituciones públicas en nuestro queridísimo país, total, la letra con sangre entra.

Me indigna. Principalmente porque sé que se saldrán con la suya y ese bebe quedará en su inconsciente con la sensación de abandono, nuevamente, de sus papas. Me la imagino preguntándose por qué la dejaron con gente desconocida, donde se metió la mamá, el papá, que nunca más aparecieron; donde están sus cosas, el olor de su hogar, el calor de su mamá, sus juguetes…

Todo sea por el cumplimiento de la normativa vigente. Nadie está por sobre la Ley, que le quede claro a todo el mundo; no vaya a ser cosa que este caso siente precedentes. Parece que a nuestro decimonónico sistema público se le olvida que las leyes están hechas para regular nuestro comportamiento en sociedad, pero que no son inmutables, los comportamientos cambian y en base a ello deberían cambiar las leyes, pero principalmente, deberían cambiar en base a la finalidad esencial que debe tener toda ley: procurar el bienestar y la felicidad de los miembros de una sociedad, sobre todo si son niños.

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