20 enero, 2008

No creo en Dogmatismos, al menos no en muchos...

Estaba leyendo un extracto del discurso que Fidel Castro (¿quién alcanza a leer un discurso entero?) dirigió a una plaza de la Revolución repleta de gente en la Habana, el día 28 de septiembre de 1973. Minutos antes se había dirigido al pueblo cubano, Beatriz, una de las hijas que estuvo con Salvador Allende hasta minutos antes del Bombardeo a la moneda. Tenía 8 meses de embarazo.

Ella narró lo vivido esa mañana con otras mujeres y con los 54 hombres que permanecieron en el palacio de la Moneda hasta que éste fue completamente desalojado y también casi completamente destruido, antes de las 16,00 horas de ese día, momento en que el cadáver de Allende es sacado por la puerta de Morande 80.

Tati, como se le conocía (sin ser su chapa por cierto) hace un discurso emotivo, no refiriéndose nunca a Allende como su padre, sino como El Presidente o el compañero; evitando mencionar el momento de la muerte, en el cual no estuvo presente luego que su padre la obligara a retirarse antes que los aviones Hawker Hunter de la FACH bombardearan el palacio presidencial. En una parte de su locución menciona que ella e Isabel, su hermana menor, temen salir porque los militares pueden tomarlas como rehenes para obligar a dimitir al presidente. Allende les responde que de ser así, él no se dejará amedrentar y entonces, ellos pasaran a la historia como militares asesinos de mujeres indefensas. Supongo que lo dice vanagloriándose de un padre que es capaz de hacer tamaño sacrificio (¿?).

Habla con la entereza que solo puede dar el convencimiento que las personas tienen de lo correcto de sus ideales, de ser absolutamente dueños de la verdad; situación recurrente por aquellos años. Habla con la certeza de que la muerte de su padre es solo un eslabón más en la lucha por la revolución latinoamericana, con la misma entereza de aquellos que quemaron a Giordano Bruno cuando dijo que las estrellas eran soles. Con la misma certitud de Simón de Montfort cuando dio la orden de matar a todo el pueblo de Béziers, uno de los principales focos cátaros de la Europa de la baja Edad Media, ante la imposibilidad de reconocer cuales eran cristianos, asegurando que dios distinguiría en el cielo a herejes de creyentes:"Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos". Con esa seguridad absoluta que solo otorgan los dogmatismos.

Que se entienda bien: no estoy comparando los actos de Beatriz Allende con los de Simón de Montfort o los de la Inquisición. Imposible. Sólo mencionando esa similitud que existe entre ellos en la certeza de estar haciendo lo correcto. Qué difícil es para mí alcanzar tal grado de certidumbre.

No quiero hacer una calificación de cuales dogmas son buenos y cuales son malos. O cuales menos malos. Que actitud más errada de alguien que trabaja con el estudio de la Historia. ¿Qué criterios se podría utilizar para ello?. Ya bastante difícil es tratar de comprender los procesos históricos, como para intentar aplicar esquemas valóricos a tiempos que se regían por otros distintos a los propios o al menos, a los vigentes. Solo decir de ella, que no me causa admiración, sino una profunda tristeza. No esta llorando a su padre, se esta tragando el duelo legítimo que le correspondía como hija predilecta, para cambiarlo por la actitud correcta que se esperaba de una revolucionaria en esas circunstancias.

Pero mi objetivo no es ella, sino el comandante. Fidel se reserva el clímax. Obvio, es el anfitrión y aunque no ha estado en el momento de los hechos, ya han llegado muchos asilados que han podido transferirle la información consuetudinariamente. En base a lo que le han contado, Fidel se encarga de reconstruir los últimos momentos de Salvador, para todos los que estan ahí el compañero Presidente, en su lucha por la defensa del mandato legitimo que el pueblo le ha delegado.

Y Fidel, con casi cuarenta años menos, pero no con menos dramatismo y determinación, comienza a narrar los acontecimientos.

Los fascistas han tratado de ocultar al mundo lo que ocurrió el 11 de septiembre. Nosotros, reuniendo el testimonio de los que estuvieron con el Presidente aquella mañana y reuniendo los datos de algunos sobrevivientes, hemos reconstruido lo que ocurrió el 11 de septiembre alrededor del presidente Allende, y lo vamos a exponer aquí en el día de hoy, en forma breve y sintética. Una parte de esos hechos la hemos escuchado de labios de su propia hija en la tarde de hoy, que nos expresó con claridad todo lo que ella vivió aquella mañana junto a su padre, y que reflejaban esencialmente el aspecto humano del presidente Allende, su preocupación por los compañeros que estaban desarmados, su preocupación por las mujeres que podían morir allí inútilmente, consciente de la necesidad de que la lucha futura dispusiera de conductores y dispusiera de cuadros. ¡Y cuánta razón tenía!

A las 6:20 de la mañana de ese día, el Presidente recibió una llamada telefónica en su residencia de Tomás Moro informándole del golpe militar en desarrollo. De inmediato pone en estado de alerta a los hombres de su guardia personal y toma la firme decisión de trasladarse al Palacio de La Moneda para defender, desde su puesto de Presidente de la República, al Gobierno de la Unidad Popular. Lo acompaña una escolta de 23 hombres, armados con 23 fusiles automáticos, dos ametralladoras calibre 30 y tres bazookas, que se traslada con el Presidente en cuatro automóviles y una camioneta al palacio Presidencial, donde llegan a las 7:30 de la mañana.

A las 9:15 de la mañana aproximadamente, se realizan las primeras descargas desde el exterior contra Palacio. Tropas fascistas de infantería, en número superior a 200 hombres, avanzaban por las calles de Teatinos y Morandé, a ambos lados de la Plaza de la Constitución, hacia el Palacio Presidencial, disparando contra el despacho del Presidente. Las fuerzas que defendían el Palacio no pasaban de 40 hombres. El Presidente ordena abrir fuego contra los atacantes y dispara él personalmente contra los fascistas, que retroceden desordenadamente con numerosas bajas.

No puedo dejar de admirar el carácter novelesco que Fidel le impregna a sus discursos, y a éste en particular. No esta haciendo uso de arabescos, ni de metáforas u otros subterfugios para elevar al héroe a la calidad de mártir. El asunto es no dejar nada a la imaginación, que se pueda oler el sudor, la adrenalina, y hasta el ruido de las balas. Lo más crudo y cruento posible. El pueblo debe identificarse con los protagonistas. Debe sentir en carne propia sus sacrificios.

El parque de los fusiles automáticos de la guardia personal del Presidente se estaba agotando después de casi tres horas de combate, por lo que el Presidente ordenó derribar de inmediato la puerta de la armería de la guarnición de Carabineros del Palacio, donde podía encontrarse parte del armamento de aquella. Al impacientarse por la tardanza de la información sobre dichas armas, él mismo, cruzando el Patio de Invierno se dirigió a la armería y observando que se demoraban en derribar la puerta ordenó que se emplearan granadas de mano en la operación, lográndose abrir un boquete en el cuarto de armas, de donde extrajeron cuatro ametralladoras calibre 30 y numerosos fusiles Sik, gran cantidad de parque, máscaras antigases y cascos. El Presidente ordena que todo se lleve de inmediato a los puestos de combate y personalmente recorre los dormitorios de los carabineros, recogiendo fusiles Sik y otros armamentos que allí quedaban. El propio Presidente cargó sobre sus hombros numerosas armas para reforzar los puestos de combate, exclamando: "Así se escribe la primera página de esta historia. Mi pueblo y América escribirán el resto", lo que produjo profunda emoción en todos los que lo acompañaban.

Mientras el Presidente transportaba pertrechos desde la armería, de nuevo se reanuda el ataque aéreo con violencia. Una explosión quebró cristales próximos al sitio donde se encontraba el Presidente, lanzando fragmentos de vidrio que lo hieren por la espalda. Fue esta la primera herida que sufrió. Mientras recibía atención médica ordenó que continuara el traslado de las armas, y no cesaba de preocuparse por la suerte de cada uno de los compañeros.


Minutos después los fascistas reanudan violentamente el ataque, combinando la acción de la Fuerza Aérea con la artillería, los tanques y la infantería. Según los testigos presenciales, el ruido, la metralla, las explosiones, el humo y el aire tóxico convirtieron al palacio en un infierno. No obstante la instrucción dada por el Presidente, de que se abrieran todos los grifos y llaves de agua para evitar el incendio de la planta baja, el palacio comienza a arder por el ala izquierda y las llamas se propagan hacia la sala de los Edecanes y el Salón Rojo. Pero el Presidente, que no se desalentó un solo instante, ni en los momentos más críticos, ordena hacer frente al ataque masivo con todos los medios disponibles.


Tuvo lugar entonces una de las mayores proezas del Presidente. Mientras el Palacio estaba envuelto en llamas se arrastró bajo la metralla hasta su gabinete, frente a la Plaza Constitución, tomó personalmente una bazooka, la dirigió contra un tanque situado en la calle Morandé —que disparaba furiosamente contra palacio— y lo puso fuera de combate con un impacto directo.


Próximo a la 1:30 p.m., el Presidente sube a inspeccionar las posiciones de la planta superior. A estas alturas numerosos defensores habían perecido por la metralla, las explosiones o calcinados por las llamas. El periodista Augusto Olivares asombró a todos por su comportamiento extraordinariamente heroico. Habiendo sido herido grave, fue atendido y operado en la sala médica de Palacio, y cuando todos lo suponían yaciendo en una cama, con el arma en la mano ocupó de nuevo su puesto de combate en el segundo piso junto al Presidente. Sería prolijo enumerar aquí los nombres y los actos de heroísmo de los combatientes que allí se destacaron.


Augusto Olivares -el perro Olivares-, periodista de TVN, íntimo amigo del Presidente Allende, no fue herido ni operado. Para esa hora ya se había suicidado en un baño del segundo piso de la Moneda, pegándose un tiro en la cien. Había decidido que lo único que no haría sería entregarse a los milicos. A vista de muchos, ésto no le resta mérito. Muestra de valentía extrema es el sólo hecho de haberse quedado combatiendo al lado no ya de su amigo, sino de su Presidente, constitucionalmente elegido. Pienso que el mismo coraje (guardando las tremendas distancias) tuvieron aquellos que se mantuvieron con Hitler en el Bunker hasta el final.

Pasada la 1:30 p.m. los fascistas se apoderan de la planta baja de Palacio, la defensa se organiza en la planta alta y prosigue el combate. Los fascistas tratan de irrumpir por la escalera principal. A las 2:00 p.m. aproximadamente logran ocupar un ángulo de la planta alta. El Presidente estaba parapetado, junto a varios de sus compañeros, en una esquina del Salón Rojo. Avanzando hacia el punto de irrupción de los fascistas, recibe un balazo en el estómago que lo hace inclinarse de dolor, pero no cesa de luchar, apoyándose en un sillón continúa disparando contra los fascistas a pocos metros de distancia, hasta que un segundo impacto en el pecho lo derriba y ya moribundo es acribillado a balazos.

Al ver caer al Presidente, miembros de su guardia personal contraatacan enérgicamente y rechazan de nuevo a los fascistas hasta la escalera principal. Se produce entonces, en medio del combate, un gesto de insólita dignidad: tomando el cuerpo inerte del Presidente lo conducen hasta su gabinete, lo sientan en la silla presidencial, le colocan su banda de Presidente y lo envuelven en una bandera chilena.

Cero análisis investigativo. Cree lo primero que le cuentan y lo que políticamente más le conviene. Transforma a Allende, no ya en un ser humano que trató de morir siendo coherente con sus principios, lo más leal consigo mismo que le permitieron las circunstancias, sino en un súper revolucionario, que herido, resucita para volar él solo de un bazucaso a un tanque enemigo. Crea una imagen de un Allende caribeño con casco y metralla, un revolucionario tipo subcomandante Marcos o Marulanda, y en ese mismo instante esta matando todos los ideales por los cuales Allende murió. No nos olvidemos que la gran diferencia entre el proceso cubano y la vía chilena hacia el socialismo, fue la fe absoluta de Salvador Allende en que el cambio del ser humano y de la sociedad se debía hacer por medio de la razón y la leyes legalmente constituídas, y no por medio de la imposición de sus ideales por medio de las armas. No nos olvidemos que no esta atacando esa mañana a las FFAA, sino defendiendo su legítimo puesto como Presidente electo. No se si habrá sido a propósito o será la tropical interpretación de los hechos que tienen los cubanos más fundamentalistas de enmarañar la historia.

Si me preguntan cual es la idea que quiero expresar en este post, no lo se. Solo eso: me llamaron profundamente la atención ambos discursos. No me agradan los dogmatismos porque son sectarios, porque excluyen o transforman al ser humano en una pieza mas de un engranaje manejado por otros, porque nos obligan conciente o inconscientemente a manipular los hechos, ha esconder los sentimientos, a poner los ideales por sobre los ideales mismos si es necesario.Creo que los únicos dogmas que me permito a esta altura de mi vida, son mi creencia férrea en Dios, en los amigos de toda la vida, en que es posible ser feliz y mejor persona al mismo tiempo y en que otro mundo sí es posible. Y aun así no pretendo convencer a nadie porque no se si tengo razón.

1 Comment:

Teresa Wilms Montt said...

CLAP CLAP
Te aplaudo.
me encanta cuando pones sobre la mesa tus contradicciones sin asco y además, las documentas.

Ídola.