03 febrero, 2008

¿Viejazo o entrar en razón?

Realmente uno no se da cuenta cuando pasa a ser un vejestorio. Sobretodo porque nos seguimos sintiendo de 20 años. ¿Y el tiempo?. El tiempo no es cosa nuestra, no es algo que nos pase a nosotros sino a los demás. Voy a cumplir 40 años pronto y todavía lloro con el “Jorobado de Notre Damme”, Todas las Mañanas del Mundo” (aquí el llanto me dura como tres días), y las películas de la Julia Robert, no importa cuantas veces las vea. Nadie puede negar que el final de la película "La boda de mi mejor amigo" es alucinante, sobretodo cuando enfocan la maravillosa mirada y garbo del Rupert Everett. Lo reconozco, de cine arte las películas de la Robert no tiene nada, pero a mi me superan.

Todavía me gusta ver a los picapiedras y el Laboratorio de Dexter. Sopear el jugo de tomate con pan frances. Hasta hace unos pocos años todavía tenía un poster de Rick Haunter en la pared. Me sigo sabiendo todas las canciones de los Hombres G de memoria y las canto sin importarme dónde este y estoy segura que de conocer a Davis Summer, me desmayaría. Sí, aunque este viejo, pelao, guatón y se rumoreé que fue pareja de Miquel Erentxum .

Lo único que ha cambiado es el no querer ni tener que parecer joven para el resto. Porque reconozco que antes por mucho tiempo mi parada fue la pandilla, si lo hacia el grupo, entonces yo también. Cosas que ahora me parecen unas horrendas estupideses, antes me parecían dignas de una rebelde con causa y con estilo, que era lo más importante.Claro que lo sectaria y elitista, casi nazi, intelectualmente, no se me ha pasado, es más, ha empeorado. Por ejemplo; de adolescente jamás se me habría ocurrido decir:

“ No voy a ir a la protesta porque no me quiero perder la teleserie”. Eso habría sido como cuando la Cecilia Bolocco dijo en relación al caso de Carmen Gloria Quintana y Rodrigo De Negri: "Ellos se lo buscaron. Uno a la Universidad va a estudiar no ha otras cosas" O algo por el estilo igual de macabro. Hoy no iría a correr como idiota de los pacos por nada del mundo. Jamás me ha gustado la adrenalina pero como era tarada: ahí andaba arrancando muerta de miedo. La experiencia me dice que hay otras formas más cómodas y concretas de luchar por lo se cree.(Me estoy acordando de cierta canción de Silvio Rodriguez que habla de hacer la revolución con el refrigerador lleno y pegado a la TV)
“No, yo no tomo en la calle porque después llegan los pacos y nos llevan en cana”. ¿Cuántas veces nos pasó?, y ahí seguíamos los tarados, como buscándole el cuesco a la breva. Menos mal que carabineros de Chile en esa época se llevaba presos solo a los varones y a las mujeres nos mandaban para la casa. ¿Cuál era el afán de tomar en cementerios, líneas de tren o calles secundarias si ninguno vivía con los papás y todos teníamos casa donde emborracharnos abrigados y sin peligro?

“¿a mochilear? ¡ni cagando!”. La última vez que fui a mochilear (de las tantas veces que fui en mi vida) juré que nunca, pero nunca jamás volvería a hacer dedo, ni a caminar por la carretera del desierto toda una tarde cargando toneladas de cosas en pleno verano, ni ir al baño detrás de cualquier árbol, ni terminar resfriada a morir o llena de picaduras de zancudo.

Me acuerdo que esa última vez duré siete noches durmiendo en carpa y me di por vencida. La tierra, el desorden de los sacos y cosas ajenas; tener que cocinar al aire libre, con el viento apagándote la minúscula cocina, todos los días comer lo mismo (fideos); caminar hasta el baño una cuadra, disputándote los turnos; darte cuenta que llega un momento en que peleas por la más mínima cosa y andas irritable por nada, cagada de hambre todo el día, sucia a pesar de bañarte en la mañana y en la noche.

Me llegó el viejazo o entre en razón, porque hoy día, por nada del mundo agarraría una carpa, saco de dormir, mochila y pertrechos varios, a no ser que fuera para ir a acampar al Partenón.

Hace unos años con unos amigos decidimos ir al valle de la luna bordeando los cerros desde San Pedro de Atacama. La idea era no hacer lo mismo que hacen todos: ir en auto y sacarse una foto en la duna, no queríamos ir por el camino tradicional. No, nosotros éramos jóvenes y rebeldes. Teníamos que marcar la diferencia. El trayecto por el camino normal duraba como dos horas caminando, nosotros nos demoramos CINCO, pisando sobre arena, rocas y desniveles atroces, subiendo y bajando. A la cuarta hora habíamos peleado entre todos, pero la trifulca de película comenzó cuando nos dimos cuenta que al que llevaba lo más importante, el agua, se le había venido cayendo por todo el camino y resultado: moriríamos deshidratados por culpa de él. Casi lo empalamos... tiempo después nos enteramos que el camino que hicimos esta minado desde el 78, que mucha gente a muerto en el treyecto o quedado herida: ¿Cosas de Juventud?).

4 Comments:

Teresa Wilms Montt said...

JAAAAAAAA
no, lo último lo harías hoy y en 20 años más. No se trata de inmadurez, es ser despistado y eso no cambia.

Por lo demás, a mí siempre me ha cargado andar en carpa. Creo que fue por esas largas vacaciones acampando con mi familia. Deben haber sido unos 3 años en la misma por más de un mes. Por eso me he dado cuenta que no soy del tipo camping, cocinilla portátil y menos fogatas o naturaleza directamente y sin filtros.

Con vivir en Viña me basta.

Respecto a lo demás, creo que se trata de algo inherente a uno. es decir, aún puedo carretear hasta la hora que se me antoja, tomar en la calle si quiero (en gral, no lo hago como algo transgresor, sino el clásico de la lata de cerveza mientras vamos a alguna parte si hace calor, no de rebelde) o cortarme el pelo y vestirme como me da la gana. Porque eso es parte de mí y no una "etapa".

La madurez se manifiesta en mi caso, en adquirir compromisos, en no abandonar deberes y en hacer lo que no me gusta, pero que sé que es algo importante para mí o para gente que quiero. Y , lo más importante, en no callarme cuando estoy en desacuerdo. Aunque me detesten. En resumen, los años me han puesto más caradura.
Y no sé si eso es bueno o malo. pero ya está hecho.

Aspacia de Mileto said...

Ahí esta la diferencia, a ti te gusta, siempre has sido igual. Lo que es a mi, la verdad, siempre me dio algo de miedo. Y como soy una contradicción en si misma, tal vez volvería a acampar y hacer dedo, pero siempre y cuando las circunstancias fueran muy atractivas, en realidad, más que atractivas, tendrían que ser hipnotizantes

Y no estoy de acuerdo en eso de “La madurez se manifiesta en mi caso, en adquirir compromisos, en no abandonar deberes...”. Querida, de no haber sido por mi admirado tío, que te obligó a entrar a H, no nos habríamos conocido nunca. Me vas a replicar que no te quedaba otra, pero siempre hay dos posibilidades como mínimo. Aceptar o no aceptar (con las consecuencias que esto habría significado). Ahí cumpliste con tu deber, y en la vida en general, desde que te conozco (y éramos bastante adolescentes) siempre has sido súper responsable. En todo caso no creo que eso sea un sinónimo de lucidez.

Donde sí creo que se manifiesta tu madurez es en lo caradura que te has puesto y lo encuentro genial, porque tus caradureces son tan intelectualmente irrebatibles que sacas medalla de oro. Que envidia (y lo digo en serio), quedarte siempre con la última palabra y que ésta haya sido parte de una frase para el bronce. Estoy segura que un juicio le ganas a la D

Anónimo said...

A todo esto ¿Cachaste a quién se le cayó el agua?

Teresa Wilms Montt said...

Loca, MADUREZ!
No podría hablar de madurez estando en historia. Recién post periodismo tengo la noción de haberlo hecho.
O sea, con sinceridad, puedo decir que desde hace 2 años app puedo hablar de algo así como una evolución.
No me sobreestimes pensando que cuando nos conocimos no era una absoluta adolescente. Me halaga, pero no.

Oye, a quién se le cayó el agua de qué????