09 junio, 2008

Mi mami, otra vez

Cuando mi mami se murió, no podía hacerme a la idea de enterrarla en otro lugar que no fuera el patio de nuestra casa. Ese día estaba lloviendo y no me podía sacar de la cabeza que se iba a mojar y que iba a pasar frio. Después de enterrarla nos dimos cuenta que no le habíamos puesto medias, ni camiseta. Me desesperaba haberla dejado sola en el cementerio, pero nunca me atreví a plantear mis miedos a mis hermanos. Me repetía una y otra vez: no seas estúpida, mi mami se murió, no se puede mojar, no puede pasar frio ni sentirse sola.

Creo que en el fondo esas eran mis propias sensaciones. Por varios meses íbamos a sentarnos con mis hermanos a su tumba todos los domingos, llevábamos flores, crisantemos que eran sus preferidas, limpiábamos la lápida y le narrábamos solo las cosas lindas que habían sucedido durante la semana, como si, unos metros mas abajo, ella sonriera al escucharnos hablar

Mi padre nos dejó huérfanas de un plumazo, el mismo día en que ella murió: “Dios no existe”, nos repitió por millonésima vez, “a tú mamá se la van a comer los gusanos y va a convertirse en polvo. Nunca más la volveremos a ver”. Y no quiso ir más al cementerio.

Nos decía: “su mamá no esta ahí, ahí solo están los gusanos que se la comieron”. Y susurraba como si ella pudiera escucharlo “Vieja egoísta no más, ¿por qué tenía que morirse primero y dejarme solo? ¿no podía esperar a que yo me muriera primero?”

Con el tiempo dejamos de ir al cementerio y la sensación de orfandad se hizo más profunda. No se si por llevarle la contraria a mi padre o por simple convicción, mi madre nos había criado de la peor manera que según él se podía criar a un ser humano, manera que por cierto, siempre trató de evitar: canutas y beatas hasta la medula. Crecimos escuchando a mi padre despotricar que dios no existía y que la religión era el opio de los pueblos, que las iglesias debían convertirse en escuelas, al mismo tiempo que rezábamos todo el mes de María e íbamos en procesión pidiendo el perdón de los pecados.

¿Qué mezcla puede resultar entre el ángel Gabriel y Pancho Villa? No lo se, solo se que todos nosotros somos una simbiosis de esas antítesis que fueron mis padres, que pese a todo, estuvieron juntos amándose a su manera hasta el final. Creo que la mayor demostración de amor de mi padre hacia mi madre, días antes que ella muriera, pesando 30 kilos con un cáncer que se la comió por dentro, fue cuando le dijo: “¡Mamita, creo en Dios!, pero nunca le voy a perdonar que se la lleve”. Siempre tan cagón mi viejo. Pero en el fondo era mentira, en el único dios que mi papi ha creído es en Robespierre.

El asunto es que al menos yo, siempre he tenido la esperanza que algún día mi madre volverá de alguna forma a ser cotidiana. Y ahora veo a mi sobrina de 4 días y no puedo dejar de mirarla. El otro día teniéndola yo en brazos le decíamos con el clan Q “Mami ¿es Ud.? Denos una señal”. No se si tirarse un chancho y cagar in situ se podrá tomar como una señal, mi mami era bastante convencional para esas cosas. Pero la E. no llora, sólo sonríe como si nos reconociera a todos y a cada uno, achina sus ojitos y parece que nos dijera: Estoy aquí, ya volví.

Y no me importa que opine mi ateo y marxista padre, en el fondo igual es un pedacito de mi mami que continua con el interminable ciclo de la vida

1 Comment:

Penelope Glamour said...

Q lindo, Chechita.
Me emocioné. Te prometo que es de los textos más hermosos que te he leído.